domingo, 13 de julio de 2008

Hurgando en el pasado

Isabel se recargó en la silla, y me miró largamente, pero sin verme, como haciendo memoria.
- Bueno mi querido Julio, sabrás que mi familia era de dinero, así que prácticamente tenía la vida resuelta. En cuanto al estudio, no era realmente necesario, pero por mi tipo, no podía simplemente quedarme en casa viendo a la pared, así que decidí seguir una carrera auténticamente por pasatiempo. Elegí diseño gráfico en la Ibero, más que nada porque todas mis amigas estaban ahí. Pero bueno, lo cierto es que no me iba mal, pues realmente disfrutaba el estudio, pero necesitaba algo más.
Me miró a los ojos, como midiendo hasta donde había logrado capturar mi atención. Me leyó rápidamente, y retomó su historia.
- Fue cuando comencé a experimentar con Internet que encontré un círculo de lectura, un lugar en donde varias personas para comentar libros e intercambiar puntos de vista. Y te hablo de una época en la que el chat era aún un sueño. La única forma de establecer comunicaciones grupales era por medio de foros, y fue ahí donde comencé a reunirme con este grupo que te dije. Usualmente era intercambio de mensajes, pero de cuando en cuando, se hacía alguna reunión. Fue ahí donde conocí a Gerardo, un abogado. No era en realidad joven, pues me llevaba poco más de diez años, pero compartíamos una pasión. De ahí, nos comenzamos a ver nosotros solos y, como imaginarás, nos acabamos enamorando.
- Muy romántico - acoté, más por demostrar que estaba atento que porque realmente lo considerara así.
- Pues sí, aunque si quieres que las cosas se pongan melodramáticas, voy para allá. Gerardo era talentoso, y trabajaba dentro de la Suprema Corte. Cualquiera con un poco de visión se hubiera dado cuenta de que, con el tiempo, él llegaría lejos. Pero a mí eso no me importaba, pues quien tenía el futuro asegurado era yo. Pero ya sabes como son algunas familias, en especial las de abolengo - a esta última palabra le dio un énfasis burlón - así que en cuanto se lo presenté a mi papá, ardió Troya... Que no era de mi nivel, que buscaba aprovecharse de mí... Bueno, ya conoces como son ese tipo de historias. Aunque claro, creo que a estas alturas ya sabes que no soy del tipo sentimental que se encierran a llorar en su recámara. Yo siempre he sido mujer de armas tomar, así que hice lo que toda muchacha enamorada y con poco sentido común hubiera hecho.
No necesitaba ser un genio deductivo para terminar su frase.
- Te escapaste.
Ella se limitó a esbozar una sonrisa enorme, y asintió con un movimiento amplio y lento de la cabeza, que no ocultaba una cierta dosis de orgullo.