domingo, 31 de agosto de 2008

Un método irónico

- ¿Una qué? - pregunté algo extrañado.
- Una serpiente picadora - repitió Ortega - son unos juguetes muy comunes en varios estados. Son unas cajitas que, al deslizar la tapa, salta una serpiente de alambre, que te pica en el dedo. Nada grave realmente.
Isabel no dijo nada, tan sólo tomó un lápiz del escritorio y, usando la goma, jaló la tapa con cuidado. Como es normal en ese tipo de juguetes, una víbora de madera saltó bruscamente, golpeando el lápiz con una punta de alambre. Pero a diferencia de las que yo conocía, toscamente trabajadas, ésta tenia una apariencia primorosa, muy bien decorada, lo mismo que la caja. Toda su manufactura la identificaba como un trabajo cuidadoso. Sin embargo, el interés de mi jefa estaba en otro punto.
- El alambre está mejor afilado que con otros juguetes - murmuró extrañada - pero sigue siendo alambre.
- Lo sé - le respondió Ortega - pero si te fijas, tiene un ligero olor
- Si, a almendras
- ¿Cianuro? - Respondí de inmediato, tratando de no lucir totalmente ignorante
- Básicamente sí - respondió Isabel - pero hay algunas cosas que no acaban de convencerme. ¿Saben cómo llegó esta caja a su poder?
- Afortunadamente si, se la entregaron a su sobrino. El está en la cocina, recuperándose de la impresión ¿Quieres hablar con él?
- Claro, síganme

Serpiente picadora

Como era costumbre, nos hicieron pasar sin preguntas, e Isabel se dirigió a uno de los policías, que le indicó sucíntamente una dirección dentro de la casa. Avanzó con toda seguridad, observando de reojo mientras nos movíamos. La casa era realmente notable, pues todo el pasillo tenía una sola repisa a cada lado, que se extendía por todo el mismo. Acomodadas de una forma muy cuidadosa, estaba un verdadero tesoro de juguetes artesanales: camiones de hojalata, títeres, escaleras, muñecas de barro y varios otros que yo ni siquiera imaginaba que existieran.
El pasillo desembocaba en una oficina, con una decoración muy similar. Pero lo que inmediatamente llamaba la atención era el corpulento cuerpo caido sobre el mismo. No era necesario ser un experto para ver que el hombre estaba muerto, y que el deceso había sido realmente repentino. Ortega estaba de pie, al lado de la escena, volteando a ver a Isabel con gesto aliviado.
- Isabel, gracias por venir. Como te dije, el caso parece muy claro, pero hay algo aquí que no acaba de convencerme.
Isabel se acercó al cuerpo y, en un movimiento muy rápido, sacó un par de guantes de latex de su bolso. Levantó un poco la cabeza del cadaver, que presentaba el rostro desencajado.
- Definitivamente, fue envenenado. ¿Me decías que sospechabas ya como se hizo?
- Sí - respondió Ortega - aunque me parece una forma terriblemente enfermiza.
Con una mano también enguantada, tomó de la mesa una pequeña caja de madera, y se la pasó a mi jefa con cierta solemnidad. Ella la recibió, con cuidado, y no puedo evitar el levantar la ceja
- ¿Una serpiente picadora?
- Todo parece indicar que sí.

domingo, 10 de agosto de 2008

Juguetes populares

Subimos al coche con cierta prisa, sin intercambiar palabra. Durante unas cuantas cuadras, Isabel no dijo ni una sola palabra, para como era su costumbre, romper el silencio de forma repentina.
- ¿Alguna vez jugaste con juguetes artesanales?
La pregunta me sorprendió, pero no la sentí realmente extraña
- Pues no mucho. Una vez que fui con unos amigos a Oaxaca, compre uno de esos boxeadores que se golpean al apretarles al centro, pero nada más. En realidad, de niño era yo más del futból y cosas de calle, y mi mamá no tenía mucho dinero como para comprarme juguetes. ¿Porqué?
- De una u otra forma, es una actividad que está desapareciendo, aunque sobrevive hasta donde es posible. A pesar de todo, aún hay personas que se preocupan por mantenerlo vigente de una u otra manera. Aunque desafortunadamente, parece que uno de ellos ya no está entre nosotros.
- ¿A qué te refieres?
- Sergio Neri. Era el director de una organización privada, que se encargaba de comprar juguetes de ese tipo a artesanos, para después distribuirlos en el extranjero o en tiendas de las ciudades más importantes del país. Lo acaban de encontrar muerto, Y Ortega tiene la sospecha de que pudiera haber sido asesinato. No me pudo dar muchos datos al teléfono, pero parece que tiene motivos bien fundados.
Entramos por San Ángel, y realmente no fue necesario preguntar a donde íbamos, pues apenas dando la vuelta nos encontramos con varias patrullas frente a una de las casas. No había duda de que habíamos llegado al lugar.

lunes, 4 de agosto de 2008

Artesanías

Tomó aire, como haciendo memoria, lista para seguir con la conversación. De pronto, sonó el teléfono, y se operó un cambio notable: todo su cuerpo se tensó, en postura de alerta. Isabel solía recibir llamadas de forma frecuente, por lo que eso no era sorpresa. Pero por algún motivo, parecía prever cuando era alguna cuestión de trabajo, como una especie de sexto sentido. Como parte de mi trabajo, tomé el teléfono casi automáticamente y contesté.
- Residencia de la Señora Betancourt
- Hola Julio, comunícame con tu jefa, que tengo algo importante para ella.
- Es Ortega - le dije mientras le pasaba el auricular - parece que es importante.
Ella tomó el teléfono musitando un rápido gracias. Sus ojos tenían ese brillo especial que siempre tenían cuando surgía algún caso, así que sólo la vi fijamente mientras hacía rápidas preguntas, y tomaba nota. Apenas unos instantes después, colgaba el teléfono de forma apresurada, y me vio fijamente a los ojos.
- ¿Te gustan las artesanías?
- Pues sí, a veces
- Pues tenemos un trabajo relacionado, así que es mejor que vayamos saliendo.
Yo realmente no sabía que pudiera haber que tuviera que ver con ello, y que al mismo tiempo se conectara con nuestro trabajo. Pero si algo había aprendido en ese tiempo. Es que prácticamente no habría cuestión en la que eventualmente no estaríamos envueltos. Debo de admitir que aún tenía curiosidad de que terminara la historia de su vida, pero si algo tenía yo claro es que, una vez que se le presentaba un trabajo, ya no había nada más que llamara su atención, por lo que se opté por no decir nada, levantándome y siguiéndola hasta el coche.

Cambio de vida

Entrelazó los dedos sobre la mesa, y viéndome fijamente, continuó con su historia.
- Si bien mi padre técnicamente no me corrió, el problema ahí fue un choque de orgullos. Él me dijo muy claramente que podía volver a la casa... Una vez que hubiera cortado con Gerardo. Yo no estaba dispuesta a ceder, así que estuvimos viviendo juntos algunos meses, hasta que decidimos casarnos. Pero como te dije, a pesar de mi pasado familiar, no estaba hecha para ser nomás el ama de casa. Gracias a la recomendación de mi pareja, conseguí un puesto de secretaria en los juzgados, comenzando desde lo más bajo. Sabía escribir a máquina, realizar ciertas labores secretariales y lo más básico de oficina, así que no me convertí en una carga para él.
Esbozó una media sonrisa. No había duda de que ella se sentía especialmente orgullosa de todo lo que había conseguido sola, y parecía en cierto modo demostrar que había triunfado frente a su padre.
- Pero por otro lado, mi intención no era quedarme ahí mientras él crecía en su carrera: Comencé a leer sus libros, a participar en conversaciones, a empaparme del ambiente... Bueno, sólo te diré que, en poco más de un año, sabía tanto de leyes como de procedimientos policíacos más que incluso muchos de los que llevaban años en eso. El principal problema era que, mientras no tuviera un título, seguía siendo la secretaria. Afortunadamente, todo lo que aprendí le sirvió bastante a mi marido, así que, cuando menos como pareja, fuimos creciendo muy rápido.