domingo, 31 de agosto de 2008

Serpiente picadora

Como era costumbre, nos hicieron pasar sin preguntas, e Isabel se dirigió a uno de los policías, que le indicó sucíntamente una dirección dentro de la casa. Avanzó con toda seguridad, observando de reojo mientras nos movíamos. La casa era realmente notable, pues todo el pasillo tenía una sola repisa a cada lado, que se extendía por todo el mismo. Acomodadas de una forma muy cuidadosa, estaba un verdadero tesoro de juguetes artesanales: camiones de hojalata, títeres, escaleras, muñecas de barro y varios otros que yo ni siquiera imaginaba que existieran.
El pasillo desembocaba en una oficina, con una decoración muy similar. Pero lo que inmediatamente llamaba la atención era el corpulento cuerpo caido sobre el mismo. No era necesario ser un experto para ver que el hombre estaba muerto, y que el deceso había sido realmente repentino. Ortega estaba de pie, al lado de la escena, volteando a ver a Isabel con gesto aliviado.
- Isabel, gracias por venir. Como te dije, el caso parece muy claro, pero hay algo aquí que no acaba de convencerme.
Isabel se acercó al cuerpo y, en un movimiento muy rápido, sacó un par de guantes de latex de su bolso. Levantó un poco la cabeza del cadaver, que presentaba el rostro desencajado.
- Definitivamente, fue envenenado. ¿Me decías que sospechabas ya como se hizo?
- Sí - respondió Ortega - aunque me parece una forma terriblemente enfermiza.
Con una mano también enguantada, tomó de la mesa una pequeña caja de madera, y se la pasó a mi jefa con cierta solemnidad. Ella la recibió, con cuidado, y no puedo evitar el levantar la ceja
- ¿Una serpiente picadora?
- Todo parece indicar que sí.

No hay comentarios: