viernes, 30 de mayo de 2008

Locuras adolescentes

Teresa se dirigió a nosotros en cuanto nos vio, con una expresión preocupada
- Espero que hayan podido convencer a esta niña de que diga la verdad. Yo no he logrado nada por más que he hablado con ella
- ¿La verdad sobre qué? - acotó Isabel, con una mirada inquisitiva.
- Creo que se han de haber dado cuenta, por el detalle de la puerta, que quien entró aquí seguramente conocía a alguna persona en la casa, así que yo podría jurar que es una amigo de ella
- Noté que sólo una cerradura estaba forzada, ciertamente, pero no sería la única explicación. Aunque tengo que reconocerlo, es plausible
- Mire Señora, yo aprecio mucho a esa niña, pero tenemos que ser honestos. Lucia perdió un año de escuela, y es por eso que su padre la hace que estudie por su cuenta. Eso, y que trabaje con él. Imagínese, de castigo, trabaja en una de las mejores consultorías de México, ya quisiera yo un castigo así...
- Bueno, perdió un año... ¿Qué tendría que ver eso con el asunto de las pantaletas?
- Señora, quizá usted conozca su trabajo, pero yo sé como son las adolescentes. No estudiaba seguramente por andar en el relajo, ha de haber conocido a cualquier muchachillo, y le dio las copias de las llaves, pensando hacer quien sabe que cosa.
- Pero entonces ¿Porqué venir cuando Lucia no estaba?
- Son jóvenes, no suelen pensar demasiado.
- Oiga ¿Y usted sabía que habían cambiado una de las cerraduras?
- Realmente no, yo trabajo aquí, pero no tengo ninguna llave. El señor me estaba diciendo que a la señora de la limpieza se le había roto su llave al abrirla, y la había cambiado hace un par de días.
- Usted es licenciada en finanzas también, me decían
- Sí, fui compañera del Señor Echenique en la Universidad, y por eso me llamó para darle clases a su hija. Yo estaba pasando por un momento de desempleo, y créame que realmente fue una ayuda.
- Como lo fue también lo que acaba de decirme. Muchas gracias Señorita Arreloa. - Me volteó a ver entonces con una amplia sonrisa - Julio, acompáñame, hay algo que quiero que veamos.
Nos dirigimos hacia la puerta, mientras que ella no ocultaba una enorme sonrisa.
- ¿A qué se referían con lo de la puerta?
- A un detalle muy importante, que creo que nos está dando la solución a todo este enredo.
Fuimos hacia la entrada, donde se detuvo, señalándome el quicio de la puerta.
- Ve ésto - remarcó - y dime que notas de extraño.

domingo, 25 de mayo de 2008

Obsesión y acoso

Una vez que estuvimos solos, Isabel pasó directamente a los hechos. Se dirigió a Lucía en un tono sumamente profesional, pero bastante amable, más que nada tratando de tranquilizarla, pues su estado era poco menos que histérico.
- Hola amiga, Soy Isabel, y vengo a ver lo del robo. Antes que nada, trata de tranquilizarte, sólo se robaron tu ropa interior. Es ofensivo y una falta de respeto, lo sé, pero tienes que estar tranquila.
- Tranquila ¿Y la violación? - dijo entre sollozos. Isabel levantó la ceja con preocupación.
- ¿Qué violación?
- Teresa me dijo, posiblemente sea un maniático obsesionado conmigo, primero fue ésto, luego me buscará para violarme.
- Lucía, en otro caso estaría de acuerdo contigo, pero ahora... Quiero que me seas honesta ¿Alguno de tus amigos varones han llegado hasta acá?
- Algunos, sí, pero le juro que para nada malo, en serio.
- Eso lo sé, pero no vine aquí a cuestionar tu vida sexual, sólo quiero saber si alguno de ellos sabía exactamente como sueles guardar tu ropa.
- Ninguno
- ¿Y de tus amigas?
- Así como saber exactamente, ninguna. Alguna vez me han acompañado mientras me cambio, pero de eso a conocer toda mi ropa, no. Además, ninguna de mis amigas es... este...
- ¿Lesbiana? - completó la frase sin tapujos - no te preocupes, no pensé eso, sólo quería saber. ¿Quién más te ha visto cambiarte, o que sepa cómo organizas tu ropa?
- Pues mi papá, Doña Meche que es la que plancha y me la acomoda. Y bueno, a veces me he cambiado estando Teresa, pero nada más.
- Interesante. Gracias Lucía, me fuiste de mucha ayuda por ahora, por lo pronto tranquilízate, porque de algo estoy segura: No hay ningún maniático tras de ti.
Durante toda la conversación con Lucía, estuvo jugueteando con el labial, y aún lo tenía en sus manos cuando se acercó a mí, con expresión pensativa.
- Muy bien Julio, en caso de que no fueras un obsesionado ¿Para qué robarías una pantaleta?
- Para venderla quizá, si conozco al pervertido. O quizá para tener una muestra de su olor, de sus fluidos, para alguna cuestión médica o de rastreo.
- Buenas ideas, pero ninguna de ellas explica el porqué sólo dejó unas cuantas, llevándose prácticamente todas las demás. De hecho, considerando la cantidad de ropa que tiene esta mujer, alguien podría haberse llevado una o dos sin que ella se hubiera dado cuenta.
- Cierto - Reconocí tras de un segundo pensamiento - Pero seguimos sin tener una explicación.
- De hecho la tenemos, pero me gustaría hablar con Teresa. Si no me equivoco, muchas veces los tutores conocen más de sus alumnos que los mismos padres, y más cuando no hay una imagen materna.
Guardó el labial dentro de la bolsa de su falda, y se dirigió hacia Teresa, con el estilo apresurado tan propio de ella.

sábado, 24 de mayo de 2008

Tres mujeres diferentes

Al entrar a la habitación de la joven, me sorprendí: En un escritorio al fondo de la habitación, estaba una computadora que lucía bastante más avanzada de lo que había visto hasta ahora. El cuarto era lo suficientemente grande para tener un home theatre, un modular bastante impresionante y una pantalla de plasma. No había duda de que su padre no le negaba nada. Al llegar, pude ver una joven muy atractiva, vestida a la última moda, con expresión asustada. A su lado, una mujer de casi la misma edad de Isabel, vestida con un impecable traje sastre, hablaba con ella. La mujer se veía que intentaba tranquilizarla, aunque no podía - o no quería - ocultar un profundo enojo.
- Supongo que usted es la mujer de la policía - dijo secamente cuando entramos
- Podemos decir que sí - respondió Isabel, sin perder la compostura. La joven debe de ser Lucía. Y usted...
- Licenciada Teresa Arreola - recalcó especialmente la palabra licenciada - economista y maestra particular de Lucía.
- Muy bien. Si lo que me dijo el Comandante Ortega es cierto, usted fue quien descubrió todo¿Así es?
- Exacto. Usualmente le doy clases a Lucía los lunes en la mañana, pero en esta ocasión había olvidado que ellos estarían en Cuernavaca hasta el martes. Cuando llegué, noté la puerta forzada, por lo que temí que hubieran vaciado la casa. Pero cuando entré, sólo noté abierto el cajón de arriba de Lucía, en donde guarda su ropa interior.
- Todo apunta entonces a un pervertido, supongo
- No encuentro otra explicación. En cuanto supe, llame al Señor Echenique, y volvió lo más rápido que pudo, y avisé a la policía también. Mientras, me quedé aquí para asegurarme que nadie más entrara.
- Buen movimiento. Es usted economista, me dice
- Si, pero estoy desempleada en este momento. Me ayudo con las clases que le doy a la niña ¿Por?
- Por nada señorita. ¿Podríamos hablar con Lucía un momento a solas?
- Claro, no hay problema - Y luego, dirigiéndose a la chica, le dijo - Tranquila amor, estas personas van a ayudarte. No tienes que temer.
Teresa se levantó y, con una fría sonrisa hacia nosotros y otra más cálida a La muchacha, salió de la habitación. Isabel, bastante relajada, se sentó en la cama junto a ella. Sin embargo, sacó de su bolso discretamente su lápiz labial.

Perversión

Llegamos a una casa casi del mismo tamaño que la de Isabel, pero algo más elegante, como uno podría esperar de Polanco. La puerta estaba abierta, y un agente de policía estaba de pie. Entramos prácticamente de inmediato, pues en cuanto Isabel se presentó, se le permitió pasar sin hacer preguntas, agregando que la estaban ya esperando. A pesar de ello, esperó unos segundos en la puerta, analizando el marco que, sin lugar a dudas, tenía señas de haber sido forzado.
- Mira con cuidado Julio - me dijo gravemente - que ésto es importante.
Sin agregar nada, pasó al interior de la casa, tras de que el oficial en la puerta le indicara la dirección. Entramos a la primera habitación, que era sin lugar a dudas un estudio. Ahí nos esperaban Ortega y un hombre de mediana edad conversaban solemnemente. No era necesaria mucha observación para ver que Ortega estaba tratando de obtener todos los datos posibles del caso.
- Isabel, él es el señor Echenique, quizá lo conozcas
- Si - Respondió ella tendiéndole la mano - columnista de negocios, asesor financiero y corredor de bolsa. Leo sus escritos todos los días.
- Gracias Chabelita - Isabel levantó la ceja en un gesto de desaprobación - da gusto encontrar a gente que conoce mi trabajo. Que pena que ahora tengamos que conocernos por otro motivos.
- Yo también lo siento señor. Y por cierto, le agradecería enormemente si me llamara Isabel.
- Ella vino a hablar con su hija - interrumpió Ortega, buscando romper el bochornoso silencio - Será mucho mejor que algo tan delicado lo vean entre mujeres.
- Imagino que así será. ¿Dónde está ella?
- En su recámara, con su maestra particular.
- Está perfecto. Julio, sígueme, tenemos trabajo que hacer.
- Momento - la detuvo Echenique - ¿La va a acompañar él?
- Claro, él es mi asistente, y viene conmigo.
Y sin esperar respuesta, salió de la habitación, mientras yo la seguía muy de cerca, aún algo confundido.

domingo, 18 de mayo de 2008

Cosas de mujeres

A estas alturas, seguramente el lector se habrá percatado del grado de perfeccionismo que era capaz de desarrollar Isabel, por lo que no debe de extrañar que, aunque ya no estábamos en el caso, y había ocurrido ya hace más de tres semanas, seguíamos recopilando datos sobre Gomera. Sin embargo, eso no le impedía tener la mente en otras cosas. De hecho, no recordaba yo un día en que no estuviera ella pensando en más de un solo asunto. Por ello, muchas veces no sabía yo a qué se refería cuando me daba alguna explicación o me pedía algo. Sin embargo, era ya parte de la rutina.
Fue un lunes en la mañana que, apenas llegué a su casa, ella estaba ya esperándome en la puerta, con las llaves del auto en la mano
- Ni entres Julio, tenemos algo que atender
Ella salió dando zancadas, y yo la alcancé en cuanto me repuse de la sorpresa. Considerando la última vez que habíamos salido así, estaba yo listo para enfrentarnos a otro caso de asesinato, pero mis suposiciones se fueron por tierra casi de inmediato.
- ¿Qué sabes de los fetiches sexuales?
Yo me la quedé viendo con los ojos tremendamente abiertos, sin saber que contestar. Ella sólo contuvo malamente una risa, y continuó antes de que respondiera.
- Tranquilo, al parecer hoy no nos la vamos a ver con ninguna muerte, sino sólo un robo, pero uno de los más raros que te puedes imaginar.
- ¿Raros?
- Si, parece que entraron a la casa de uno de los industriales más importantes de este país, en una casa en donde había varias cosas bastante valiosas, tan sólo para llevarse toda la lencería de su hija adolescente.
Yo volteé hacia el camino, viéndola de reojo. Si de primera instancia, alguien me hubiera contado algo así, hubiera jurado que era una broma. Pero si de algo estaba yo seguro, es que Isabel no era para nada afecta a las bromas.

sábado, 10 de mayo de 2008

El asunto Gomera

Las siguientes dos semanas fueron especialmente activas, pues además de mi trabajo habitual, comencé a estudiar las materias que aún me hacían falta y, lo que quizá me llamó la atención, es que comenzamos a hacer un bastante completa de Rafael Gomera, lo que me implicó el visitar diversas hemerotecas, en labores que a veces me tomaban un día completo en cada una de ellas. Lo que fuimos obteniendo era realmente sorprendente, aunque no muy digna de admiración: Miembro de la Real Armada Española, desertaría al obtener el rango de Alférez de Fragata, para dedicarse al contrabando en América, en donde por su conocimiento naval se convirtió en asesor de los cárteles colombianos, además de ser pistolero a sueldo. Fue ahí donde conoció a Treviño, con quien comenzó a trabajar de manera exclusiva, además de ser una suerte de guardaespaldas personal. Además de su entrenamiento en la milicia, parecía tener conocimientos en varias artes marciales y otras formas de combate tanto con armas como sin ellas. Estos fueron los datos que pude conseguir yo, pero lo asombroso fue todo lo que obtuvo Isabel a partir de esas notas... Quizá no sea necesario explayarse mucho, pero en resumen, dedujo que era una persona metódica, brillante, pero que se desesperaba fácilmente. Exageradamente confiado de si mismo, manipulador y que no tenía inconveniente en traicionar a la gente. Con lo que íbamos obteniendo de él y su vida, no me sentía yo especialmente tranquilo, pues no era el tipo de persona que uno quisiera tener como enemigo.

Educación avanzada

Habían pasado apenas dos días de nuestra breve experiencia detectivesca, cuando Isabel me sorprendió nuevamente, pero ahora por motivos diversos. ese día llegué temprano, y aún así, ella estaba ya en su escritorio. Simplemente levantó la vista cuando llegué y, señalando a la silla de enfrente, me dijo sucíntamente.
- Toma asiento
Yo le obedecí nerviosamente. Desde la prepa, ese tipo de situaciones solían ponerme nervioso.
- Mira Julio, hasta ahora, no puedo quejarme de tu trabajo: Eres una persona organizada, disciplinada y honesta, y eso me gusta. Pero como comprenderás, este tipo de actividades son básicamente intelectuales, y necesito gente más preparada.
Yo tragué saliva, preparado ya para recibir la noticia de que estaba desempleado. Yo realmente no entendía el motivo, pues aunque efectivamente mis labores implicaban un cierto nivel de conocimientos, yo había podido mantenerme a un nivel bastante competente.
- A partir de ahora - continuó, tomando un paquete cuidadosamente envuelto en papel de embalaje de sobre la mesa y acercándomelo - vas a tener una labor extra, y espero que la tomes con toda la seriedad que se merece...
Me quedé viendo el envoltorio, aún sin saber que hacer. Ella me vio a los ojos, y no pudo evitar una risa discreta.
- Por Dios Julio, no te le quedes viendo, ábrelo.
Le obedecí, aún nervioso. Una rápida visión al paquete de libros me permitió identificar un juego completo de textos para prepa abierta.
- A partir de hoy, necesito que te me pongas a estudiar. Por lo que me di cuenta que sabes, debiste de haberte quedado a mitad del último año, así que no será difícil. Los tiempos van a ser algo más flexibles, y si tienes dudas, puedes consultarlas conmigo.
- Gracias - alcancé a murmurar, aún confundido.
- Por cierto - comentó casi de pasada - ¿Cómo vamos con el Estudio en Escarlata?.
Ahí si me quedé frío. Entre una cosa y otra, no había tenido oportunidad de abrir el libro, por lo que no sabía que contestar.
- No lo has ni siquiera comenzado... ¿Verdad?
- Pues la verdad no, he estado muy ocupado, todo lo que hemos tenido que hacer, y...
Ella hizo una seña de que tranquilizara, y me ofreció una amplísima sonrisa.
- Siguiente lección Julio: El que alguien no hable de un tema no significa que lo haya olvidado. No te preocupes, no hay prisa, pero espero que hayas entendido la idea de esta ocasión. Ahora, adelante, que tenemos mucho trabajo que hacer.
La seguí en silencio, con los libros bajo el brazo. La reciente forma de hablar que había adoptado, en donde todo era una lección, y ahora ésto, me hacía pensar que quizá, en vez de haber encontrado un trabajo, no estaba yo inscrito en la única escuela del mundo en la que me pagaban por asistir.

viernes, 9 de mayo de 2008

La historia de lo que pasó

- La perdición de Treviño fue haber tomado la cuestión como personal, y el que él y Gomera estuvieran en igualdad de condiciones. Bien pudo enviar gente a que lo buscaran y localizaran, pero con la orden de no tocarlo siquiera. Rafael había traicionado su amistad, así que él lo manejaría personalmente.
Caminó lentamente hacia la puerta, señalando los restos de los muebles con cuidado.
- No hay duda, la pelea fue muy pareja, pues los dos sabían lo que estaba en juego. Sin embargo, Gomera fue mejor, y logró matarlo, enterrándole en el vientre el cuchillo que posiblemente el mismo Treviño planeaba usar. Pero creo que tú sabes como son esos grupos.
- Si, claro - Mentí, aunque algo podía hilvanar de lo que me relataba
- Si se sabía que él había matado al jefe, irían tras de él, y no de uno en uno, así que decidió cubrirse de la mejor manera. Destrozó la mandíbula del cuerpo a martillazos, y se encargó de triturar los dedos para eliminar las huellas digitales. El fuego no dejó muchos rastros, pero yo podría jurar que también le vació los ojos. Después, puso sus identificaciones en el único lugar donde sobrevivirían a un incendio... En agua. De esa forma, quien lo encontrara supondría que era él.
Volvió a acercarse al cuerpo, y su mano señaló al antebrazo destrozado.
- El fuego hubiera borrado las huellas del tatuaje, pero prefirió no correr riesgos. Hizo varios cortes y - aspiró fuertemente, acercando su cara a la herida - puso más gasolina en esa zona. Después, sólo quedaba prender fuego al lugar, escapar y prepararse a que lo dieran por muerto.
- Entonces ya no hay forma de dar con él.
- Posiblemente sí, pero tendremos que trabajar un poco en ello. Cuando menos, aquí ya acabó nuestra parte. Creo que podemos irnos.
Se dirigió a donde estaba Ortega y, rápidamente, le comentó algunas cosas, e imaginé que era lo mismo que me había dicho a mí. Tras de ello, volvimos al auto. Ella caminaba tranquila, y con una enorme sonrisa de satisfacción.
- Por cierto Julio, mil perdones - me dijo cuando llegamos al auto
- ¿Y eso porqué? - atiné a preguntar, algo confundido.
- Por hacerte cargar el libro. Realmente no esperaba que este caso fuera a ser tan fácil.
Fácil... En ese momento, no tenía idea de lo que ella consideraba difícil.
Pero ya después me enteraría.

martes, 6 de mayo de 2008

Conclusiones

- Sin huellas digitales, sin marcas dentales, sin un rostro identificable, y sin una huella retinal, es imposible identificar a este hombre - dijo ella después de un rato, viendo que no lograba dar con una respuesta - buscaron que no hubiera forma de que se supiera de quien era el cuerpo. O para ser más exactos, lo buscó.
- ¡Claro! - dije en un momento de iluminación - Gomera se las olió, y por eso puso sus identificaciones en el lavabo, para que en caso de que le pasara algo, aún así pudieran dar con él.
- Muy inteligente Gomera, pues sabía que iban a quemar el departamento, y por eso las puso en un lugar donde el fuego no las dañaría, pero en donde cualquier persona las podría encontrar. ¿No te suena ilógico?
Me quedé callado, y sólo moví la cabeza, ella me sonrió, y le dio vuelta a la cama despacio. Se detuvo al lado del cuerpo, y me señaló el antebrazo.
- Como seguramente ya te diste cuenta, cuando la piel se quema, suele adherirse al hueso, y sólo desprenderse cuando la calcinación es extrema, o en puntos de mucha tensión. Pero mira aquí, en el antebrazo, la piel está casi totalmente desprendida. No tengo elementos aquí para hacer una evaluación forense, pero yo diría que la cortaron.
- Ahí si no entiendo porqué.
- Fácil Julio, para asegurarse bien que, incluso calcinado, el tatuaje se perdiera. Quien está aquí no es Gomera.

sábado, 3 de mayo de 2008

La mejor pista es la que no está

Isabel se quedó de pie frente al cuerpo, y mencionó sin voltearme a ver
- Como tú bien lo dijiste, nadie va a dejarse torturar así como así. Ahora viene la siguiente lección. Muchas veces la mejor de las pistas es la que no está. Y tú tienes razón en lo que dijiste
- ¿En qué? - pregunté confundido
- En que nadie se deja torturar. Ve y dime... ¿Qué notas?
- Pues fuera de lo que hablamos, nada en especial.
- Exacto, nada. Una cuerda gruesa y fuerte dejaría un resto calcinado, o cenizas. Si fuese plástica, se vería el rastro de donde se fundió... Aquí no hay absolutamente rastro. A este hombre no lo amarraron.
- Entiendo, entonces el hombre no vino solo, sino que varios lo sujetaron y lo torturaron así como vemos.
- Eso pensaría yo también, pero queda la cuestión de haber quemado el lugar, y el tipo de lesiones. Mira, dedos machacados, quijada destrozada y... - señaló uno de los miembros calcinados - varias cuchilladas exclusivamente en el antebrazo. Todo es muy delimitado. Además, el narco tortura no sólo por sadismo, sino para dar una lección a quienes intenten traicionarlos, y de nada serviría si después desaparecen el rastro. No, este hombre estaba ya muerto cuando le hicieron todo eso.
- ¿Y para qué torturar a un muerto?
- Julio, más bien pregúntate ¿Para qué dañar un cadáver de esa forma? Muchas veces el secreto está en hacer las preguntas adecuadas. Yemas de los dedos, estructura dental... ¿Qué te sugiere?

viernes, 2 de mayo de 2008

Comenzando el aprendizaje

Me jaló al otro lado de la habitación, y apenas mirándome, recorrió toda la habitación con la vista, observando cuidadosamente, para después preguntarme con una amplia sonrisa
- ¿Qué te parece lo que estás viendo?
- Pues digo, se nota que lo torturaron, pero bueno, los narcos hacen eso... ¿No?. Como que no hay mucho que hacer, aunque de aquí a lo mejor sabemos donde se fue Treviño.
- Julio, primer cosa que tienes que aprender, y es que muchas veces lo más evidente no es necesariamente lo más acertado. Efectivamente, todo apunta a lo que tú dices, pero hay una serie de cosas que nos hacen pensar. ¿Segunda lección?
- ¿Observar bien? - Eso lo dije básicamente porque era notorio que ella había visto mucho más que yo, y era lo único que se me ocurrió decir para no verme como un tonto.
- Cierto, pero en este caso, es que nada queda totalmente destruido. Ve los muebles, y dime que notas.
Los volví a ver con cuidado, recorriendo la habitación con la vista. Casi todos estaban totalmente calcinados, y sólo algunos fragmentos quedaban más o menos completos.
- Pues, que todos están quemados.
- Julio - me dijo logrando apenas evitar la risa - los muebles podrán desplomarse o deshacerse al quemarse, pero no se mueven - me tomo del brazo levemente y avanzó hacia los restos de una silla. Comenzó a caminar alrededor, como una maestra dando una clase - A pesar de que está casi quemada, puedes notar que, cuando se quemó, estaba caída. No sé si lo notas, pero los restos quemados lo dejan ver. Y si te fijas - hizo un ademán con la mano indicando algunos otros - hay varios en las mismas condiciones. Aquí hubo una pelea.
Lo más curioso de todo es que, una vez que lo dijo, todo eso era más que evidente: varios muebles se veían tirados y revueltos. Pero en mi caso, más que aclararme algo, lo estaba haciendo aún más complejo.
- Bueno, pero eso es natural, nadie va a dejar que lo torturen así nada más. ¿O no?
- Cierto Julio, lo cual nos lleva al otro punto. Ven, necesitamos ver el cadáver.
La seguí, aún confundido. Efectivamente, había muchas cosas por comprender, pero todavía no alcanzaba a veras.