sábado, 24 de mayo de 2008

Perversión

Llegamos a una casa casi del mismo tamaño que la de Isabel, pero algo más elegante, como uno podría esperar de Polanco. La puerta estaba abierta, y un agente de policía estaba de pie. Entramos prácticamente de inmediato, pues en cuanto Isabel se presentó, se le permitió pasar sin hacer preguntas, agregando que la estaban ya esperando. A pesar de ello, esperó unos segundos en la puerta, analizando el marco que, sin lugar a dudas, tenía señas de haber sido forzado.
- Mira con cuidado Julio - me dijo gravemente - que ésto es importante.
Sin agregar nada, pasó al interior de la casa, tras de que el oficial en la puerta le indicara la dirección. Entramos a la primera habitación, que era sin lugar a dudas un estudio. Ahí nos esperaban Ortega y un hombre de mediana edad conversaban solemnemente. No era necesaria mucha observación para ver que Ortega estaba tratando de obtener todos los datos posibles del caso.
- Isabel, él es el señor Echenique, quizá lo conozcas
- Si - Respondió ella tendiéndole la mano - columnista de negocios, asesor financiero y corredor de bolsa. Leo sus escritos todos los días.
- Gracias Chabelita - Isabel levantó la ceja en un gesto de desaprobación - da gusto encontrar a gente que conoce mi trabajo. Que pena que ahora tengamos que conocernos por otro motivos.
- Yo también lo siento señor. Y por cierto, le agradecería enormemente si me llamara Isabel.
- Ella vino a hablar con su hija - interrumpió Ortega, buscando romper el bochornoso silencio - Será mucho mejor que algo tan delicado lo vean entre mujeres.
- Imagino que así será. ¿Dónde está ella?
- En su recámara, con su maestra particular.
- Está perfecto. Julio, sígueme, tenemos trabajo que hacer.
- Momento - la detuvo Echenique - ¿La va a acompañar él?
- Claro, él es mi asistente, y viene conmigo.
Y sin esperar respuesta, salió de la habitación, mientras yo la seguía muy de cerca, aún algo confundido.

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