martes, 24 de junio de 2008

Notas biográficas

La pregunta no debería de haberme tomado por sorpresa, conociendo el tipo de mente que caracterizaba a Isabel. Sin embargo, no pude evitar quedarme callado unos segundos, en lo que ponía en orden mis ideas.
- Bueno, primero lo más evidente es que fuiste casada, y que tu esposo era una persona muy talentosa. El hecho de que aún guardes el álbum y los recortes con tanto cuidado me hace pensar que... bueno... este... que eres viuda. Tu esposo era también un lector voraz, pero mucho menos organizado que tú. El era magistrado, y estuvo mucho tiempo en ese trabajo. Y quizá no directamente de lo que vi, pero supongo que ustedes se conocieron en el trabajo.
Ella estuvo sonriendo durante todo mi monólogo, con una expresión de franco orgullo. Sin embargo, cuando mencioné el hecho de que se conocieron en el trabajo, levantó la ceja con un gesto de insatisfacción, viéndome con curiosidad.
- ¿Y por qué tu última conclusión?
- Bueno - balbuceé, algo cohibido - Se nota a leguas que tienes experiencia en leyes y cuestiones policíacas. Y siendo él magistrado, es lógico que llegaron a moverse en los mismos círculos.
- Querido Julio, tu razonamiento es correcto, pero incompleto. No pienses sólo en lo inmediato, sino analiza todas las variables. Quizá nos conocimos en la escuela de leyes, o en algún curso. O es posible que alguno de los dos entrara al medio precisamente impulsado por el otro. ¿Entiendes?.
- Pues si, es cierto
- Aunque bueno, tengo que admitir que en casi todo estuviste muy acertado, aunque con la simple hoja hubieras podido haber obtenido mucha más información. Sin embargo, para alguien que apenas está aprendiendo, tus resultados fueron notables. Así que creo que es momento de que yo cumpla mi parte, y te hable un poco del pasado de tu jefa, pues seguramente a estas alturas tendrás bastante curiosidad.
Decidí no decir nada más, así que sólo asentí levemente. Aunque era cierto que me estaba matando la curiosidad, consideré que lo mejor era no mostrarme demasiado obvio.

martes, 17 de junio de 2008

Conociendo a Isabel Betancourt

La siguiente semana, mi trabajo se centró un poco más en la cuestión bibliográfica. Fue precisamente en uno de esos días que fui conociendo un poco más a mi jefa, y de las curiosas circunstancias de su pasado. Uno de esos días, mientras acomodaba una serie de libros legales - de los cuales, dicho sea, no entendía yo ni una palabra - di con un recorte de prensa algo viejo. Era sobre la entrega de un reconocimiento a un magistrado, al parecer, alguien importante, por sus años de servicio. Considerando el cuidado que tenía Isabel en archivar los recortes que eran importantes en alguna de sus investigaciones, se me hizo raro que estuviera guardado con esa falta de cuidado, por lo que decidí verlo directamente con ella.
- Isabel - le pregunté, poniendo el recorte en su escritorio - encontré ésto dentro de un libro, quería ver donde lo archivo.
Su reacción me resultó en extremo sorpresiva: Tomó la hoja y la estuvo viendo con un cuidado extremo, y pude notar que la expresión de su rostro se hacía algo más melancólica. Dejó escapar un profundo suspiro y lo dejó sobre el escritorio, meditabunda.
- Hay un álbum fotográfico en ese librero - me dijo señalándolo, pero sin dirigirle la mirada - en la última repisa. Pásamelo por favor.
Me resultó un poco extraño, pues ella no acostumbraba archivar ese material en álbumes, pero preferí no decirle nada, y simplemente pasarle lo que me pidió. Lo abrió con lentitud, pasando cada página lentamente, deteniéndose en diversas fotos. Todas ellas eran de sí misma, con el mismo hombre del recorte. El que una de ellas fuera una foto de bodas me permitió sacar mis conclusiones: era su marido. Tras de unos momentos, acomodó el recorte de periódico prólijamente en una página vacía, y cerró el álbum lentamente.
- Bueno Julio, toma asiento. Imagino que tienes algunas preguntas, y quiero pensar que, si de algo ha servido el tiempo que has estado trabajando aquí, ya habrás sacado tus propias conclusiones. Así que primero oigamos tu teoría, y luego conversamos.

sábado, 14 de junio de 2008

Cambio de planes

Isabel hizo una larga pausa, como si quisiera disfrutar el dramatismo del momento, y continuó
- Tú misma sabías que era demasiado arriesgado, pero estabas ahí, y no querías esperar a otro momento. Forzaste la única cerradura que quedaba con una varilla, y entraste. A partir de ahí, todo fue sencillo: sacar los documentos, sacarles varias fotos, y guardar la cámara en tu bolso. Ahí fue donde surgieron las dudas.
En ese momento, Isabel clavó su mirada en Teresa, que tenía dificultad para pretender enojo
- Sabías que en cuando encontraran la puerta forzada, sospecharían del robo, y que Echenique, temiendo que hubieran robado información, tomaría las medidas pertinentes. Fue en ese momento que imaginaste lo de las pantaletas. De esa forma, desviarías la atención hacia su hija, pues sabías lo importante que es para él su seguridad. Tomaste todas las pantaletas y dejaste el cajón abierto, sabiendo que eso atraería la atención. El problema, es que no podías irte, pues dejando la puerta abierta, alguien podría entrar a robar, deshaciendo tu coartada. Y por otro lado, cerrar de nuevo las llaves que aún funcionaban despertaría sospechas. Entonces cerraste la casa, saliste a dejar las pantaletas y la cámara en un lugar seguro, y volviste. Y fue que los llamaste, usando el pretexto del olvido de la clase, y esperaste aquí a que llegaran. Eso fue una especie de valor agregado, pues el cuidar la casa mientras volvían te alejaba de sospechas.
Echenique volteó a verla, con una mezcla de sorpresa y decepción. Yo sentí súbitamente la mano de Isabel en mi hombro, que me susurró al oído
- Vámonos, es mejor que ésto se arregle entre ellos.
Salimos de la casa lentamente, sin decir nada. Yo volteé la vista durante unos segundos, pero Isabel nunca dejó de mirar al frente.

Oportunidad

En un principio, Teresa se quedó de una pieza, pero no tardó en reaccionar, mostrándose totalmente indignada.
- Señora Betancourt, espero que tenga una explicación razonable, pues a mí me resulta bastante molesta esta calumnia.
- No la llamaría calumnia, considerando que la explicación resulta clara. Nuestro ladrón entró de manera directa a la recámara de Lucía, abrió sólo el cajón de la ropa interior, tomó casi todas las prendas, dejó abierto el mismo, y salió huyendo. Eso puede sonar extraño, pero posible, excepto porque no parece la acción de alguien que sabía que contaba con toda una semana para actuar. Lo que a mi me parece es que se dejó abierto el cajón, y se tomaron todas la prendas, para que resultara evidente, y desviara la atención a lo que realmente pasó.
- ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? - preguntó Teresa, que no lucía ya nerviosa, sino terriblemente molesta.
- Sencillo. Eres una mujer con conocimientos en finanzas y una capacidad tremenda en el ramo, y la idea de ser sólo una tutora no era exactamente lo que tú deseabas. Pero conoces el medio, y sabes que siendo consultor, el Señor Echenique tenía acceso a información de diversas empresas, que te daría ventajas increíbles sabiendo usarla. Pero siendo información, la más mínima señal de que hubiera sido robada la haría inútil, así que requerías paciencia.
- Estuviste esperando, buscando la oportunidad - continuó Isabel, totalmente dueña de la situación - tomando una por una las llaves del duplicado, para hacerte tu propio juego. Desafortunadamente, nunca supiste de la ruptura de la llave, así que el plan estaba perfecto. Cuando supiste que estarían fuera toda una semana, sabías que era el momento ideal. Sin embargo, las cosas comenzaron a ir mal.

lunes, 2 de junio de 2008

La seguridad del hogar

Isabel avanzó a la oficina del licenciado, y apenas entrando, se quedó de pie en la puesta, viéndolo s con atención. Ortega y Echenique estaban en la oficina, discutiendo ciertos detalles que no alcancé a oír, pues ambos guardaron silencio en cuanto Isabel se dirigió a ellos.
- Señores, creo que logré encontrar algunas cosas que pudieran esclarecer este problema, pero me gustaría tener reunidos a todos junto a la puerta. Y cuando digo a todos me refiero a Lucía, Teresa... Todos.
Ni siquiera los esperó, sino que volvió al lugar tan rápido como se fue. Se quedó de pie junto a la puerta, con una sonrisa triunfante. Ortega y Echenique llegaron primero, y poco después Teresa y Lucía. La chica se veía aún muy asustada.
- Bueno Licenciado Echenique, me decía usted que ningún cajón de su oficina estaba abierto, no había señal de que nadie hubiera buscado nada ¿Correcto?
El hombre sólo asintió con la cabeza, aún algo sorprendido
- Bueno, eso significa que nadie buscó nada en su oficina, lo cual puede decir muchas cosas. Por lo pronto - dio un par de pasos y señalo al portallaves, que colgaba junto a la puerta - Uno tiende a pensar que, estando en la casa, uno está ya seguro, lo cual no siempre es cierto. Licenciado... ¿Este duplicado está siempre aquí?
- Si, claro, está a la mano
- Y obvio, a la vista de todos. Si alguien lo hubiera tomado, se corría el riesgo de que alguien se diera cuenta de que no estaba ahí. Pero tomando una sola llave digamos, cada semana, y sacándole copia, sería más difícil de descubrir.
Todos alrededor voltearon a verse, mientras que yo mantenía fija la vista en Isabel
El problema era que si, durante ese inter, alguien hubiera cambiado alguna de las llaves, no tendría forma de saberlo, cuando menos hasta que tuviera que hacerlo... ¿Verdad Teresa?
- Su ojos se clavaron en la tutora, que se quedó completamente pasmada. Todos voltearon a verla, aunque era evidente que nadie comprendía el porqué de la acusación.

Improvisando

En el momento en que Isabel me señaló la puerta, la situación era evidente. La misma cerraba con tres cerraduras, todas ellas bastante macizas. Una de ellas se veía forzada por medio de una barreta o algún otro tipo de palanca, pero las otras dos lucían intactas.
- Sólo forzaron una
- Exacto. Me imagino que ésta fue la que cambiaron recientemente.
- ¿Y quién te dijo que la habían cambiado?
- Nadie, pero era la solución más lógica a esta situación. Se trataba de alguien que tenía un juego de llaves, pero que no las usa frecuentemente, cuando menos no lo suficiente como para notar un cambio.
- Entonces fue premeditado
- Claro, alguien que espera hasta que la familia salga todo un fin de semana seguramente tenía todo un plan bien elaborado.
- Entonces, la idea de robar las pantaletas la tenía ya desde antes.
- Más bien yo diría que tenía un plan bien estructurado, pero cuando algo no salió de acuerdo a lo que había calculado, tuvo que improvisar. Obviamente, el que la casa estuviera sola toda una semana era algo que no se repetiría, así que decidió seguir adelante a pesar de los cambios.
Señaló a otro punto del marco de la puerta, con expresión casi didáctica.
- Ve, la huella es redonda, no es plana como la que dejaría una barreta. La puerta fue forzada con una varilla, lo que nos dice que no estaba dentro de su idea original.
- Entonces es posible que Teresa esté en lo cierto, y que sea uno de los amigos de Lucia.
Isabel suspiró profundamente, y volteó a verme a los ojos
- Julio, en una sociedad machista como ésta, aún está muy arraigada la idea de que, si a una mujer la ofenden o se propasan con ella, fue porque lo provocó, y lo peor es que somos nosotras mismas las que, a veces, nos encargamos de propagarlo...
De pronto, su vista se clavó en la puerta, y sacó el lápiz labial en un movimiento casi automático.
- Claro, desde hace ya un buen rato que sabía quien lo había hecho, pero no encontraba el porqué. Ahora está todo casi listo. Sólo tenemos que hablar con el señor Echenique. Vamos.
Regresamos hasta la oficina del licenciado, aunque en esta ocasión, caminaba lentamente, mientras el el labial subía y bajaba casi al mismo ritmo que sus pasos.