lunes, 2 de junio de 2008

La seguridad del hogar

Isabel avanzó a la oficina del licenciado, y apenas entrando, se quedó de pie en la puesta, viéndolo s con atención. Ortega y Echenique estaban en la oficina, discutiendo ciertos detalles que no alcancé a oír, pues ambos guardaron silencio en cuanto Isabel se dirigió a ellos.
- Señores, creo que logré encontrar algunas cosas que pudieran esclarecer este problema, pero me gustaría tener reunidos a todos junto a la puerta. Y cuando digo a todos me refiero a Lucía, Teresa... Todos.
Ni siquiera los esperó, sino que volvió al lugar tan rápido como se fue. Se quedó de pie junto a la puerta, con una sonrisa triunfante. Ortega y Echenique llegaron primero, y poco después Teresa y Lucía. La chica se veía aún muy asustada.
- Bueno Licenciado Echenique, me decía usted que ningún cajón de su oficina estaba abierto, no había señal de que nadie hubiera buscado nada ¿Correcto?
El hombre sólo asintió con la cabeza, aún algo sorprendido
- Bueno, eso significa que nadie buscó nada en su oficina, lo cual puede decir muchas cosas. Por lo pronto - dio un par de pasos y señalo al portallaves, que colgaba junto a la puerta - Uno tiende a pensar que, estando en la casa, uno está ya seguro, lo cual no siempre es cierto. Licenciado... ¿Este duplicado está siempre aquí?
- Si, claro, está a la mano
- Y obvio, a la vista de todos. Si alguien lo hubiera tomado, se corría el riesgo de que alguien se diera cuenta de que no estaba ahí. Pero tomando una sola llave digamos, cada semana, y sacándole copia, sería más difícil de descubrir.
Todos alrededor voltearon a verse, mientras que yo mantenía fija la vista en Isabel
El problema era que si, durante ese inter, alguien hubiera cambiado alguna de las llaves, no tendría forma de saberlo, cuando menos hasta que tuviera que hacerlo... ¿Verdad Teresa?
- Su ojos se clavaron en la tutora, que se quedó completamente pasmada. Todos voltearon a verla, aunque era evidente que nadie comprendía el porqué de la acusación.

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