lunes, 2 de junio de 2008

Improvisando

En el momento en que Isabel me señaló la puerta, la situación era evidente. La misma cerraba con tres cerraduras, todas ellas bastante macizas. Una de ellas se veía forzada por medio de una barreta o algún otro tipo de palanca, pero las otras dos lucían intactas.
- Sólo forzaron una
- Exacto. Me imagino que ésta fue la que cambiaron recientemente.
- ¿Y quién te dijo que la habían cambiado?
- Nadie, pero era la solución más lógica a esta situación. Se trataba de alguien que tenía un juego de llaves, pero que no las usa frecuentemente, cuando menos no lo suficiente como para notar un cambio.
- Entonces fue premeditado
- Claro, alguien que espera hasta que la familia salga todo un fin de semana seguramente tenía todo un plan bien elaborado.
- Entonces, la idea de robar las pantaletas la tenía ya desde antes.
- Más bien yo diría que tenía un plan bien estructurado, pero cuando algo no salió de acuerdo a lo que había calculado, tuvo que improvisar. Obviamente, el que la casa estuviera sola toda una semana era algo que no se repetiría, así que decidió seguir adelante a pesar de los cambios.
Señaló a otro punto del marco de la puerta, con expresión casi didáctica.
- Ve, la huella es redonda, no es plana como la que dejaría una barreta. La puerta fue forzada con una varilla, lo que nos dice que no estaba dentro de su idea original.
- Entonces es posible que Teresa esté en lo cierto, y que sea uno de los amigos de Lucia.
Isabel suspiró profundamente, y volteó a verme a los ojos
- Julio, en una sociedad machista como ésta, aún está muy arraigada la idea de que, si a una mujer la ofenden o se propasan con ella, fue porque lo provocó, y lo peor es que somos nosotras mismas las que, a veces, nos encargamos de propagarlo...
De pronto, su vista se clavó en la puerta, y sacó el lápiz labial en un movimiento casi automático.
- Claro, desde hace ya un buen rato que sabía quien lo había hecho, pero no encontraba el porqué. Ahora está todo casi listo. Sólo tenemos que hablar con el señor Echenique. Vamos.
Regresamos hasta la oficina del licenciado, aunque en esta ocasión, caminaba lentamente, mientras el el labial subía y bajaba casi al mismo ritmo que sus pasos.

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