sábado, 3 de mayo de 2008

La mejor pista es la que no está

Isabel se quedó de pie frente al cuerpo, y mencionó sin voltearme a ver
- Como tú bien lo dijiste, nadie va a dejarse torturar así como así. Ahora viene la siguiente lección. Muchas veces la mejor de las pistas es la que no está. Y tú tienes razón en lo que dijiste
- ¿En qué? - pregunté confundido
- En que nadie se deja torturar. Ve y dime... ¿Qué notas?
- Pues fuera de lo que hablamos, nada en especial.
- Exacto, nada. Una cuerda gruesa y fuerte dejaría un resto calcinado, o cenizas. Si fuese plástica, se vería el rastro de donde se fundió... Aquí no hay absolutamente rastro. A este hombre no lo amarraron.
- Entiendo, entonces el hombre no vino solo, sino que varios lo sujetaron y lo torturaron así como vemos.
- Eso pensaría yo también, pero queda la cuestión de haber quemado el lugar, y el tipo de lesiones. Mira, dedos machacados, quijada destrozada y... - señaló uno de los miembros calcinados - varias cuchilladas exclusivamente en el antebrazo. Todo es muy delimitado. Además, el narco tortura no sólo por sadismo, sino para dar una lección a quienes intenten traicionarlos, y de nada serviría si después desaparecen el rastro. No, este hombre estaba ya muerto cuando le hicieron todo eso.
- ¿Y para qué torturar a un muerto?
- Julio, más bien pregúntate ¿Para qué dañar un cadáver de esa forma? Muchas veces el secreto está en hacer las preguntas adecuadas. Yemas de los dedos, estructura dental... ¿Qué te sugiere?

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