lunes, 4 de agosto de 2008

Artesanías

Tomó aire, como haciendo memoria, lista para seguir con la conversación. De pronto, sonó el teléfono, y se operó un cambio notable: todo su cuerpo se tensó, en postura de alerta. Isabel solía recibir llamadas de forma frecuente, por lo que eso no era sorpresa. Pero por algún motivo, parecía prever cuando era alguna cuestión de trabajo, como una especie de sexto sentido. Como parte de mi trabajo, tomé el teléfono casi automáticamente y contesté.
- Residencia de la Señora Betancourt
- Hola Julio, comunícame con tu jefa, que tengo algo importante para ella.
- Es Ortega - le dije mientras le pasaba el auricular - parece que es importante.
Ella tomó el teléfono musitando un rápido gracias. Sus ojos tenían ese brillo especial que siempre tenían cuando surgía algún caso, así que sólo la vi fijamente mientras hacía rápidas preguntas, y tomaba nota. Apenas unos instantes después, colgaba el teléfono de forma apresurada, y me vio fijamente a los ojos.
- ¿Te gustan las artesanías?
- Pues sí, a veces
- Pues tenemos un trabajo relacionado, así que es mejor que vayamos saliendo.
Yo realmente no sabía que pudiera haber que tuviera que ver con ello, y que al mismo tiempo se conectara con nuestro trabajo. Pero si algo había aprendido en ese tiempo. Es que prácticamente no habría cuestión en la que eventualmente no estaríamos envueltos. Debo de admitir que aún tenía curiosidad de que terminara la historia de su vida, pero si algo tenía yo claro es que, una vez que se le presentaba un trabajo, ya no había nada más que llamara su atención, por lo que se opté por no decir nada, levantándome y siguiéndola hasta el coche.

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