domingo, 2 de noviembre de 2008

El porqué

La seguí hasta la cocina nuevamente, donde aún estaba Cesar. Ella se sentó frente a él y lo vio directamente a los ojos.
- Cesar, necesito que por favor me hables de la familia de tu tío, y de la gente que trabajaba para él.
- Pues yo sería la respuesta a las dos preguntas. Bueno, está mi papá, que es su único hermano. El fue el que le pidió que me diera trabajo.
- Vaya, muy bien ¿Y por qué de secretario?
- Bueno, pues es que no he tenido suerte en la escuela, y mi papá decidió que si ya no quería estudiar, buscara algo qué hacer.
- ¿Y tu tío estaba en condiciones de pagarte un trabajo?
- ¡Claro!, él tenía un dineral, tan es así que se la pasaba viajando por todo el país, comprando cuanto juguete encontraba, y editando lo que él solo escribía.
- Bien. Ahora, el hombre que vino a dejar el juguete ¿Cómo era?
- Era viejo, moreno, muy delgado, sombrero de paja, con barba corta y desarreglada, y ojos obscuros y hundidos.
- Encontrar una persona así entre los jugueteros será algo difícil ¿Tú conoces a algunos?
- Conocerlos no, pero yo manejaba sus citas y agenda, así que se podría encontrar a algunos. Pero a muchos de ellos los veía en algún pueblo, les compraba alguna cosa, y no volvía a verlos. Así que no habría forma de dar con todos.
- Bueno Cesar - dijo Isabel con una sonrisa, mientras guardaba en su bolso el labial con el que estuvo jugando durante toda la plática - creo que me diste la solución. Ya tengo a mi culpable.
De pronto, y sin decir nada más, sacó del mismo bolso la caja y, sin darnos tiempo a reaccionar, jaló la tapa. La pequeña aguja salió disparada, rasguñándole la uña ligeramente.
Yo me quedé auténticamente paralizado de terror.

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