martes, 27 de marzo de 2012

Redes sociales

Cuando llegamos, Bátiz y Ortega nos estaban esperando en la oficina. El empresario se notaba algo nervioso, pero realmente no de forma extremada. Nos saludó de forma abierta, antes de sentarse en la silla que antes fuera de Larraizar
 - Adelante, me dijo el Señor Ortega que necesitaba mi ayuda para dar con el asesino. Espero que no sea algo demasiado arriesgado.
 - Claro que no - respondió mi jefa mientras ponía su laptop en la mesa - en realidad es algo muy sencillo, pero voy a necesitar que ingrese a su cuenta de Facebook, es ahí donde encontraremos al culpable.
Abrió la máquina y apuntó a la misma, y noté que estaba abierta desde antes en la página de Pro-Tauro.
 - Esta es la persona que los ha estado buscando, y quien le aseguró que tenía información importante sobre lo que hacían.
tomó el mouse y lo pasó lentamente por la pantalla, mostrando una serie de imágenes, todas bastante cruentas, de sobre el maltrato a los toros. Además de ello, el lugar estaba sembrado de artículos en donde quedaba de manifiesto la crueldad de la fiesta. Eb prácticamente todas ellas, Larrainzar estaba etiquetado dentro de las mismas, y él siempre daba la misma respuesta "Pero el público seguirá viniendo, y no puedes hacer nada".
 - Bueno, entonces creo que tendré que explicarle que hará desde su cuenta señor Bátiz
 - Pero Señorita Betancour, yo no tengo Facebook.
 - Claro que no, de otro modo se hubiera dado cuenta que las pruebas que Pro-Tauro tenía sobre sus actividades eran éstas, y no las que usted pensaba. Debe ser desesperante ver como su socio parecía no darle importancia.
El rostro de Bátiz palideció de golpe.
 - La evasión de impuestos es, de entrada, ilegal, pero permite esconder otro tipo de delitos sin problema. Ustedes les pagaban a los toreros la mitad en recibos, y la "mitad" en compensaciones. Pero claro, las mismas estaban infladas hasta cuatro o cinco veces más de lo que realmente les daban, y todo ello iba a sus bolsillos. Obviamente, esperaban que ninguno de ellos hablara de esta irregularidad, pues eso los comprometía también, así que estaban literalmente limpios. Pero claro, siempre habrá un problema.
Para ese momento, Bátiz sólo la miraba sin emitir palabra, aunque sus manos estaban aferradas firmemente al escritorio.
 - Cuando leyó la carta de Pro-Tauro, obviamente se imaginó lo peor, y trató de hablar con Larraizar. Pero su aparente desinterés hizo que perdiera el control, y acabó matándolo. Claro, una vez que recuperó la conciencia, se dio cuenta de que tenía que alejar sospechas, y nada mejor que inculpar a sus detractores. Una espada bien colocada, y era claro que todo fue una venganza. Aunque claro, el cómo una muchacha de menos de 60 kilos de peso, que usted no conocía, podía clavar una espada con tal fuerza, no le preocupó en ese momento...
 - ¡Perra! - alcanzó a gritar Larraizar, arrojándose contra Isabel, sus manos abiertas, buscando su cuello. Ortega y yo estábamos listos para actuar, a pesar de que el movimiento nos tomó por sorpresa. Sin embargo, un movimiento rápido de Isabel colocó su rodilla certéramente en su entrepierna, lo que lo hizo caer al suelo revolcándose de dolor.
 - Pues bien señor Ortega, por si no había elementos necesarios, puede sumar intento de homicidio.
Tomó su bolsa tranquilamente y miró a Ortega.
 - Con su permiso, tenemos aún trabajo que hacer. Gracias, y hasta luego.

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