domingo, 20 de abril de 2008

El comandante Ortega

Una vez que se hubo terminado la crítica y las lecturas, se comenzaron a formar grupos de conversación más o menos separados, en donde Isabel iba de uno a otro con una soltura sorprendente. Sin embargo, en un cierto momento el Comandante se acercó a ella y, discretamente, le pidió la oportunidad de hablar a solas. Ella sonrió con amplitud y, disculpándose se apartó hacia el otro lado de la habitación. En un principio, imaginé que existiría alguna cuestión romántica entre los dos, pero observando de lejos, la impresión que me daba era muy distinta. Ella sólo lo escuchaba con atención, los ojos fijos en él, mientras él le contaba algo con seriedad. De pronto, ella se llevó la mano a la bolsa y sacó un labial, pero no se retocó los labios: sólo estaba de pie, en silencio, bajando y subiendo la barra carmesí, en actitud meditabunda. Yo tomé una charola de bocadillos e, impulsado por la curiosidad, me acerque a ellos.
- Una cosa es segura Comandante Ortega - alcancé a escuchar mientras me acercaba - creo que sabemos la patada que tiene un arma como esa. Además una persona ebria necesariamente tendrá un pulso irregular y muy poca fuerza. Si el hombre estaba borracho como sostiene, es imposible que los tres tiros hayan quedado uno tan cerca del otro. De acuerdo a mi punto de vista, no sólo estaba sobrio, sino que se dio oportunidad de apuntar con cuidado. Después, nada más fácil que vaciar una botella de ron para tener el estado de ebriedad que necesitaba.
El hombre tenía los ojos muy abiertos, como sorprendido de que eso no se le hubiera ocurrido antes. En ese momento, interrumpí ofreciendo algunos de los bocadillos.
- Gracias Julio. Comandante Ortega, el es Julio Rodríguez, mi nuevo asistente. Julio, él es el Comandante Ortega, un viejo conocido y un gran amigo.
Los dos nos sonreímos, yo con cierto nerviosismo. El me dirigió la mirada franca y abierta y me estrechó la mano con seguridad. Yo musité una fórmula de cortesía y me alejé, ofreciendo los bocadillos. Por lo visto, esa mujer no iba a dejar de sorprenderme.

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