martes, 6 de marzo de 2012

En la escena

La oficina de Larraizar se veía tal y como la pude apreciar por primera vez en la foro del periódico, aunque ya una vez estando ahí, pude apreciar la magnitud de la misma. Cuando llegamos, el lugar aún estaba cerrado, y en la entrada, junto al policía que hacía guardia, había un hombre alto, delgado y de mediana edad, que lucía muy impaciente.
- Gracias a Dios que llega licenciada - dijo en cuanto vio llegar a Isabel, dándole la mano en forma rápida y segura - todo lo que necesitamos para trabajar está ahí dentro, y mientras nadie pueda entrar, estamos totalmente detenidos.
- Mucho gusto - le respondió ella, mirándolo con cuidado - Usted es...
- Disculpe usted, José Antonio Bátiz. Soy administrador de la ganadería, y socio del Señor Larraizar.
- Entiendo su preocupación señor Bátiz, le garantizo que en cuanto terminemos con lo que haremos en este momento, volverá a tener la oficina para lo que requiera.
- Mil gracias, adelante
En cuanto pasamos al interior, Isabel se me acercó un poco y me musitó discretamente al oído
- Para alguien que acaba de perder a su socio en un homicidio, está demasiado preocupado por volver al trabajo.
- A mí también me pareció, la cuestión es saber porque quería matarlo.
- Cuidado Julio, sólo digo que me parece sospechoso, no que él haya sido. Estamos aquí para tratar de esclarecerlo.
- Sobre la mesa encontramos una serie de folders, puestos debidamente en las bolsas para pruebas, pero dejados ahí exprofeso. Ya conocía lo suficiente del procedimiento judicial como para saber que eso era extremadamente irregular, y a lo que Ortega se exponía con ello. Sin embargo, parece que era mucho más l oque tenía que ganar, por lo que podía darse el lujo de tomarse esas libertades.
Isabel se colocó los guantes y fue tomando los archivos uno por uno, revisándolos con cuidado.
- Julio, pásame la cámara por favor, que aquí hay un par de cosas muy interesantes.
Acomodó varios documentos sobre la mesa, y fue observándolos con cuidado. Yo le pasé la pequeña cámara digital que siempre lleva entre sus cosas, y traté de ver de que se trataba, mientras ella tomaba fotos rápidamente, pero con cuidado. Lo único que alcancé a ver fue una carta con el logo de una empresa o grupo llamado Pro-Tauro, aunque no pude apreciar nada más.
- Bueno - dijo tomando su celular - Creo que podemos avisarle a Ortega que terminamos nuestro trabajo aquí. Ya podrán pasar a recoger las pruebas y permitir que Bátiz entre de nuevo a su oficina.
- ¿Ya sabes quién lo hizo? - le pregunté curioso, acostumbrado a la rapidez de sus conclusiones.
- No, pero ya sé donde tendremos que seguir preguntando.

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